Herederos de un espíritu

Herederos de un espíritu

Cuando entramos cada mañana en el Colegio de la Asunción, entramos en una casa con historia. En el patio central nos recibe nuestra Madre en su Gloriosa Asunción: es la imagen de la Virgen de los Milagros patrona de la Compañía de Jesús en la Argentina. Generaciones de alumnos se han postrado a sus pies para consagrar sus vidas: su recuerdo nos habla del tiempo, de una "herencia espiritual" que debemos tener siempre como fuente primera y referencia de lo cotidiano.

La memoria común nos dice que no ha sido una historia fácil, pero que fue posible porque hombres de temple continuaron la obra de aquellos que en el principio de nuestra cultura, en estas tierras de América, se jugaron el todo por el todo.

Hombres como San Roque González de Santa Cruz y sus compañeros mártires, que fieles a una empresa de familia, la empresa universal de San Ignacio de Loyola y de la Iglesia, se abrieron camino con la Cruz, la imagen de María y un gran corazón en la frontera, allí donde nadie llegaba. Y allí fundaron nuestros primeros pueblos, las Reducciones, con casas, escuela, iglesia y organización civil y política. Ellos enseñaron a nuestros antepasados que eran: Hijos de Dios, familia de hermanos libres y soberanos de su tierra y de su trabajo; dignos de todos los derechos y capaces de una cultura fabulosa, rica de valores, profundamente religiosa y artísticamente genial. Les enseñaron la fuerza del trabajo solidario en la búsqueda del bien de toda la comunidad.

Nosotros recibimos esta herencia que aquellos héroes cultivaron con su oración, su trabajo y la entrega de sus vidas. Los veneramos como Padres porque ellos cincelaron en nuestra memoria la fuerza incontenible del amor y del coraje. Ese amor que nos funda y nos impulsa a jugar nuestra vida por esa causa, avizorada, vivida y sintetizada por San Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales: Trabajar por la felicidad de todos defendiendo la vida, la justicia y la fe. La misma causa que nuestros misioneros mártires quisieron para nuestra Patria y América.

Cuando en 1957 abrió sus puertas el Colegio, comenzó un camino, una historia de vida y de esperanza. Esperanza que se fue haciendo realidad y a su vez abriéndose a nuevos horizontes, como parte de una "historia más grande".

Los tiempos y los hombres van pasando, pero las instituciones quedan y quedan en la medida en que se hacen ¨herederas de un espíritu. Los principios fundamentales en la educación jesuita permanecen aunque los tiempos vayan exigiendo flexibilidad para las diversas situaciones.

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